ESCRIBIENDO EL PASADO | Blog de historiadores
11 | mayo | 2021

¿Qué es la Historia Digital?

¿Cómo ha cambiado nuestra forma de hacer historia con el uso de una computadora? En la actualidad, sabemos utilizar programas como procesadores de texto, bases de datos, redes sociales, catálogos en línea, bibliotecas digitales o “la nube” para diferentes actividades. Sin embargo, vivimos en circunstancias que nos obligan a reflexionar: ¿cómo orientamos ese conocimiento y experiencia a nuestro oficio de historiar? ¿cómo es que el aumento de información en línea, el cambio constante de soportes o las crecientes posibilidades de difusión van a modificar la forma en la que estudiamos el pasado? De acuerdo con Anaclet Pons, la historia digital es un área de investigación interdisciplinar que analiza los medios y metodologías digitales para la investigación histórica. Otras definiciones también hacen hincapié en que hacer historia digital sería imposible sin el uso de estas herramientas.

En este texto presentaré unas breves notas sobre los principales temas que han despertado interés sobre la historia digital y que, en mi opinión, comprenden las diferentes etapas del proceso de investigación, docencia y difusión histórica: desde la búsqueda de bibliografía y fuentes primarias, la lectura, los procesos de escritura, apuntes y notas, edición, traducción, publicación, difusión y enseñanza de la historia. Aunque no profundizaré en todas, cada una de estas etapas tiene usos, metodologías y herramientas diferentes que dependerán de los objetivos planteados en cada proyecto de investigación o de difusión, las cuales también pueden sugerir el planteamiento de nuevas preguntas, formas diferentes de escribir y de difundir tanto el proceso como el resultado final de nuestras investigaciones.

Fuentes

En décadas recientes ha aumentado la cantidad de archivos digitales y documentos en línea que pueden ser consultados gracias a proyectos de digitalización, los cuales facilitan la búsqueda y análisis de fuentes e información en Internet. Esto ha generado que los y las historiadoras nos veamos en la necesidad de establecer una serie de parámetros para hacer una crítica a una fuente digital de la misma manera en que lo hacemos con las fuentes en papel (manuscritas o impresas) para garantizar su veracidad, fiabilidad y autenticidad.

Por otra parte, el contenido en Internet hoy también se reconoce como una nueva fuente primaria. De alguna forma, la información alojada en las plataformas, redes sociales y páginas web dan cuenta de gran parte de la vida cotidiana actual, pues hechos políticos, sociales y culturales quedan registrados en posts, tuits, videos e incluso memes, entre otros; para estudiarlos, debemos definir qué información puede ser considerada testimonio de un hecho histórico o, en casos particulares, patrimonio digital.

Además, debido a la naturaleza inestable y vulnerable de la información digital, la preservación de su contenido presenta un gran reto ya que no permanece en Internet sin una gestión activa y consciente para conservarla. Pensemos en la cantidad de hipervínculos inactivos, sitios web que ya no tienen la información disponible o la pérdida de grandes cantidades de archivos, como el caso de MySpace en 2019. Si bien ya hay países que ya están preservando los contenidos digitales generados por sus propios gobiernos, como Reino Unido ¿qué pasa con el resto de la producción digital social, cultural, artística? ¿A quién corresponde preservarla? Si este es el panorama actual ¿con qué información de la época actual contarán los historiadores de las próximas décadas? ¿cómo se estudiará, por ejemplo, el fenómeno del #MeToo si Twitter desaparece?

Lectura

El libro ha evolucionado a nuevos formatos y con él se han modificado nuestros hábitos de lectura, la cual ha pasado de ser tradicionalmente lineal a lecturas hipertextuales en libros electrónicos o en páginas web, con hipervínculos que nos dirigen no sólo a otros textos que el autor o autora muestra como sus referencias o fuentes primarias, sino también a contenido multimedia que difícilmente es visualizado en un formato impreso. Si bien el libro continúa siendo el formato académico predilecto para la publicación y el PDF el formato preferido para la distribución en línea (a pesar de sus deficiencias para la lectura en pantalla en comparación con el e-book), la manera en la que accedemos a información escrita se ha diversificado en años recientes, de manera que podemos leer y almacenar una gran cantidad de volúmenes en el celular, tableta, kindle o audiolibros. Además, también existen apps o programas con los que podemos tomar notas y compartirlas con colegas para comentar el texto, fomentando una especie de lectura colaborativa.

Otro tema a tratar es el acceso a los textos y artículos académicos, y con ello el derecho de autor. Muchas publicaciones académicas quedan atrapadas detrás de una barrera de pago a la que los estudiantes difícilmente pueden acceder si su universidad no paga una suscripción, no pueden acceder a libros cuya edición es limitada o su costo es alto, por lo que tienen que acceder a esos materiales por otras vías. Aunque la pandemia nos ha demostrado la importancia de que la información esté disponible para las personas que lo necesiten, es necesario continuar promoviendo la apertura de las colecciones y las publicaciones para que las investigaciones sean aprovechadas, los textos sean leídos y consultados en el ámbito académico, de manera que el proceso de investigación y de creación de conocimiento no se vea interrumpido por barreras que limitan su acceso y beneficio.

Escritura

Los medios digitales nos permiten escribir para públicos más amplios, no solo académicos. Uno de los ejemplos más extendidos ha sido el uso del blog, en el que se suele escribir con un estilo diferente y una extensión menor a la de un artículo. A su vez, nuestros hábitos de escritura y preservación de textos pueden ser cuestionados con el objetivo de reducir el riesgo de pérdidas de información, escritos y referencias por cambio de formato entre sistemas operativos, por ejemplo cuando no podemos acceder a documentos porque la versión del software en el que fue escrito ya no está disponible. Es necesario que seamos conscientes del ecosistema cambiante de Internet (nuevas plataformas, redes sociales, aplicaciones, etc.), de nuestros hábitos digitales y los intereses económicos y comerciales detrás de cada servicio que utilizamos.

Independientemente de nuestro tema de investigación ¿qué programas utilizamos para escribir y difundir los datos de nuestra investigación o para gestionar nuestras referencias, como Zotero? Si bien no hay plataformas únicas para editar o publicar un texto, la elección de herramientas de trabajo dependerá en gran parte de la pregunta de investigación y de los objetivos al difundir nuestros proyectos. A través de la experimentación con otras herramientas, más allá de las comerciales, quizá sea posible encontrar hábitos de escritura sustentable acorde a nuestras necesidades. Por otra parte, es posible difundir no solo el resultado final de la investigación (tesis, libro, artículo), sino también compartir el proceso de nuestra investigación: bases de datos, transcripciones, traducciones y otros materiales que han requerido esfuerzo y que pueden ser útiles a otras personas en sus procesos de investigación.

Enseñanza y difusión

Actualmente, existe una gran cantidad de páginas y herramientas dedicadas a la difusión y enseñanza de la historia en diferentes tipos de formatos (podcasts, videos en YouTube, radio, blogs, etc.) y cada vez más en español.  Asimismo, es posible consultar y crear una gran cantidad de propuestas como galerías y colecciones virtuales en Omeka, líneas del tiempo o mapas históricos interactivos cuya lectura ya no se reduce a sólo una página estática, sino hipervínculos para conocer más sobre el tema e incluso permiten manipular los datos, tal como Histography o Histropedia.

Los medios digitales no sirven solo como apoyo, sino también para contar diferentes historias y otras narrativas, desde otras perspectivas. La posibilidad de que más personas puedan participar en la construcción y difusión del conocimiento fomenta la creación de comunidades para motivar la lectura y la escritura de la historia como una experiencia colectiva y colaborativa, en la que pueden crear y difundir su memoria e identidad a través de medios digitales (de ahí la relación de la historia digital con la historia pública). A su vez, también es posible cuestionar las bases de la escritura, de los textos fijos y estables, de la investigación tradicional e incluso la idea de autoría, tal como ocurre en la enciclopedia en línea Wikipedia. Eso implica una reflexión acerca del papel social que tenemos como historiadores e historiadoras.

Historia digital en Latinoamérica

No considero pertinente hablar de historia digital en México y Latinoamérica sin mencionar la brecha digital que existe en nuestros países y que se hizo más evidente durante la pandemia. Los contextos, presupuestos y necesidades son diferentes a las de los países del denominado “Norte Global”, donde se desarrolla el software mayoritariamente utilizado, donde se llevan a cabo grandes proyectos de digitalización y en los que predomina el inglés, con poca visibilidad de la historia o colecciones que no sean europeas ni de lenguas no hegemónicas, desde una perspectiva latinoamericana. En estas condiciones ¿cuál es la importancia de crear proyectos de historia digital que atiendan diferentes perspectivas y contextos y que puedan responder a las inquietudes contemporáneas en nuestros países?

Otra cuestión importante a mencionar es la colaboración. Hoy en día, es posible mantener comunicación instantánea con personas de diferentes instituciones, ciudades y países, así como participar en diversos proyectos tales como el programa de catalogación colaborativa de la Fundación Neogranadina. Por otro lado, si bien es importante mantener el diálogo con profesionales de otras disciplinas, como la filología, la filosofía o la bibliotecología, también es necesario hacerlo con personas de ingeniería, computación y programación, de manera que se facilite el intercambio no solo para construir un producto digital (página web, biblioteca digital, etc.), sino también para que sea posible tender un puente entre los conocimientos tecnológicos aplicados a las humanidades y el conocimiento histórico y humanístico aplicado a la tecnología.

Antes de finalizar, es importante mencionar algunas de las principales organizaciones, comunidades y proyectos de América Latina especializadas en Humanidades Digitales y que han participado en discusiones sobre historia digital, entre otros temas: Red de Humanidades Digitales (RedHD), Red Colombiana de Humanidades Digitales, Asociación Argentina de Humanidades Digitales, Humanidades Digitales Hispánicas y el Laboratorio em Rede de Humanidades Digitais. Asimismo, un par de proyectos especiales son The Programming Historian, un proyecto creado por y para historiadores que proporciona guías y tutoriales de herramientas digitales y el proyecto eLaboraHD, creado en la FFyL cuyo objetivo es fomentar la formación de humanistas en el uso de herramientas y técnicas digitales para la investigación y la docencia en Humanidades. Finalmente, y aunque no es de habla hispana, el Roy Rosenzweig Center for History and New Media, centro de investigación pionero en historia digital.

En resumen, la historia digital es un tema cuya amplitud y profundidad no puede abordarse en pocas líneas. Pero, en conclusión, esta no consiste en aprender a usar una herramienta o integrar un programa a nuestras actividades, sino que reconsidera el tipo de preguntas que se plantean en nuestro propio quehacer histórico. El uso de herramientas no sustituye la formulación de preguntas de investigación, el análisis, reflexión e interpretación, y las bases de datos, visualizaciones, buscadores o aplicaciones no nos dan una respuesta inmediata ni resuelven nuestras inquietudes de manera automática. Sin embargo, es importante perder el miedo y tratar de experimentar y ser parte de su desarrollo, desde participar en comunidades colaborativas hasta aprender un lenguaje de programación.  No es un tema que concierne a historiadores e historiadoras de las próximas décadas, nos corresponde ahora afrontar el desafío y reflexionar sobre los programas y las apps que utilizamos, los hábitos que tenemos al investigar y escribir en medios digitales y analicemos hasta qué punto el acceso que tenemos a archivos y bibliotecas digitales, procesamiento de bases de datos o herramientas de visualización moldean nuestras preguntas de investigación y la forma en la que hacemos, escribimos y difundimos historia.

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Claudia Muñoz

Historiadora y wikipedista. Entusiasta de la cultura libre, el conocimiento abierto, las Humanidades Digitales y a ratos archivista.

Las opiniones expresadas en este blog son responsabilidad exclusiva de quienes las emiten y no representan necesariamente la posición de Historiografía Mexicana A. C.